Prepárate para el verano…

Me gusta la primavera, como a casi todos los que no somos alérgicos. Y una de las cosas que más me divierte, es la cuenta atrás que para la mayoría empieza  ahora. Se cerca el temido y deseado verano , en el que toca desvestirse y, con un pequeño traje de baño, mostrarnos ante los demás tal cual somos.

Florecen las dietas milagrosas, nacen nuevos tratamientos reductores, se cuelan en el buzón, en el coche y por la ventana, como el polen, promociones de todos los gimnasios de tu barrio y de el mundo entero.

Y a mi me encanta, porque en invierno todos los gatos son pardos, me explico: con un bonito abrigo y una bufanda, casi todos estamos bien. El vecino del quinto que te parecía un bombón en invierno,  pasa a  chocolate rancio, cuando le ves los michelines debajo de la camiseta de tirantes ¡Cielos! Me estremezco sólo de pensarlo, y no de placer precisamente.

Es inevitable, la classe se ve en verano y eso no hay quien lo cambie ni lo esconda. Si alguien había dado el pego bajo un montón de ropa buena, cara y bonita, adornado sólo con un pareo, se ve  la figura, y todo lo demás. Podría dedicar todo el post a hablar de pareos y trajes de baño, pero no me apetece, lo haré otro día. Hoy hablaré de lo que sí podemos hacer de cara al verano. Para que,  independientemente de nuestro estilo, nos mostremos lo mejor posible ante los demás.

Según sea el presupuesto dedicado a este menester, podemos meternos en el quirófano para que nos rebanen lo que nos sobra o nos lo estiren, o nos lo quiten de un lado y lo pongan en otro…O ir a un gimnasio, que en tres meses algo se notará, no quiero desanimaros. Y para los que no quieran gastar, siempre está lo opción de cerrar la boca ante un buen plato de calorías, subir las escaleras andando y hacer abdominales en casa, (sin romperse el cuello, por favor). Y si te gusta como eres, un traje de buena educación siempre será  de agradecer, en los días estivales de gritrerío y alboroto.

Reconozco que si pudiera, yo sería de las del quirófano, me encantaría llegar a los 94 con un cutis sedoso, unos labios carnositos y un pecho turgente. ¿Por qué no? La mayoría de mis amigas me contestaría que hay que saber envejecer, que hay que hacerlo con dignidad, que en las arrugas está la huella de lo que has vivido… Yo doy gracias a Dios, a la vida, y a mi madre, todos los días, por estar aquí. He hecho mi santa voluntad siempre y no me arrepiento de nada, sólo faltaba que a los ochenta tuviera que demostrarlo con mis arrugas…Encuentro muy digno cuidarse quererse y hacer todo lo posible por mirarse cada mañana al espejo y gustarse a uno mismo, aunque no se parezca ni de lejos, al que fue treinta años atrás ¿O es que acaso el de dentro es igual?